30 marzo 2010

A JESÚS CRUCIFICADO


Del alma, nace Señor
el dolor de haberte herido.
Siento el no haber podido,
seguirte en fidelidad.

Cuando Tú corazón, ensangrentado
de espinas, clavada tu cabeza,
distraído miraba hacia otro lado,
todo mi ser se resentía.

Lloraba el interior de tal manera
de ver, tus manos y tus llagas,
que quise, comunicar contigo,
y me deshice en lágrimas.

Brote, de la herida de tu costado,
el manantial que espero.
Perdona Señor, todo pecado
que de tu lado me separa.

Desgarrado, en la cruz te vi.
Espero, con la mía dar ejemplo.
Este dolor profundo que has sufrido.
Me alcance, de tu misericordia y viva.